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De "El Derecho a la Ternura" obra en la cual guiaba a sus lectores y pacientes por el camino al sosiego, apostándole a la ternura y no a la violencia, a la insólita y demencial proclama a la rebelión, contenida en el 'decálogo' que desde la clandestinidad y en su condición de fugitivo envió el excomisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, hay una diferencia abismal; hasta podría interpretarse que estaba recibiendo instrucciones de algún oscuro cerebro, dado el conducto utilizado: José Obdulio Gaviria. El hecho, no obstante lo patético, reviste inmensa gravedad, su llamado a la desobediencia civil, al desconocimiento de las instituciones, el férreo ataque al presidente Santos y a una eventual reelección; la propuesta de una asamblea constituyente, llamando la solidaridad de los militares, anunciándoles que "les daremos garantías legales", no constituye nada distinto a una antipatriótica incitación a un golpe de Estado.
En el "decálogo para retomar el rumbo" producto del intercambio 'telepático' entre una mente calenturienta (y maquiavélica) y otra (la del siquiatra) que parece haber perdido el juicio, sus autores tienen algo en común, no han podido asimilar que ya se vencieron ocho largos años en el poder, por tanto esas proclamas, con el agravante del silencio de quienes las inspiran, no constituyen nada distinto a una desvergonzada apología del delito proveniente de quienes hace pocos años solo hablaban de 'patria', 'institucionalidad' y 'democracia', con ojos entornados y mano en el corazón. ¡No hay derecho!
La Justicia Vacante. Sería atrevido ahondar en laberintos jurídicos que desconozco, opino como ciudadana del común respecto a la abrupta salida de la muy valerosa Viviane Morales, de la Fiscalía. ¿Qué más podríamos esperar en el reino de la impunidad?, alguien que pisó callos, que tocó a los 'intocables', se metió, y duro, con esa mano negra de la que ha hablado el presidente Santos y que a muchos (por sentirse aludidos) les produjo urticaria; con los viudos del poder que tanto daño le están causando al país; con la mafia de los contratistas ladrones inescrupulosos que en asocio con funcionarios públicos corruptos miraron el erario con ojos de corsario y uñas largas, con menoscabo de la infraestructura del país (Nule-IDU), con una casta política desvergonzada otrora fiel aliada de paracos, pero hoy temblorosa ante las delaciones de sus antiguos socios; exministros y exfuncionarios de alto nivel del anterior gobierno (ellos la llaman "venganza criminal") fueron imputados en los estrados y a viva voz por esta valiente mujer que obró con diáfana responsabilidad, sin amedrentarse, sin recibir instrucciones, siempre ceñida a la Ley. En todo momento se acudió a los más bajos medios para sacarla del camino, se irrespetó algo que es sagrado y que quizá es lo único de que se es dueño absoluto: la vida privada.
Muchos lamentamos este hecho, otros se están frotando las manos y saltando de contento; así fue, guardadas las proporciones, cuando la mafia celebró con fiestas el asesinato de Luis Carlos Galán. En Colombia el ostracismo o la muerte es la cobarde respuesta de los pícaros a quienes se atreven a pisar su tenebroso terreno.